“No hay sombra más perfecta que la de un árbol”
Me dijo mi padre una vez y no hay día que no me acuerde de ella. ¿Quién no ha caminado bajo un sol abrasador y ha buscado la sombra de un árbol?. Debajo sientes alivio, frescor, te sientes bien y personalmente, también siento gratitud.
Los árboles son protección, aportan oxígeno, vida, sombra, algunos alimento, evitan la erosión del terreno, aportan calma y serenidad y son hábitats de otras formas de vida.
¿Hay algo más placentero que escuchar la brisa entre las ramas de los árboles?, puede sonar romántico pero basta con dar un paseo por el monte en silencio. Si tienes suerte hasta puede que oigas el canto de los pájaros.
Los árboles embellecen lo que nos rodea, embellecen la vida.

El pasado octubre cumplí uno de los sueños de mi lista. Uno de los más antiguos, ya que lo deseaba desde pequeña: visitar Escocia. Fueron 4 días intensos visitando Edimburgo y algunas localizaciones fuera de la ciudad. En pleno otoño las hojas de los árboles caían por doquier en una caprichosa y graciosa danza. Aún despojados de sus hojas, los árboles con follajes de intensos colores ocres, naranjas y rojos, eran preciosos.
Personalmente creo que la salud de los árboles de una ciudad, es indicativo de la relación que mantienen sus vecinos con la naturaleza pero también es indicativo de las buenas prácticas de las administraciones. Priorizar su crecimiento, desarrollo y bienestar, es también priorizarnos a nosotros, pues el beneficio es recíproco.
Proteger a los árboles es sinónimo de proteger a los ciudadanos, pero también de la esperanza de un futuro no sólo más verde, sino más amable y sensible con el entorno.

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